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Asociación de Mayores del Barrio de la Estrella
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EL PAPEL DE LOS ABUELOS EN LA SOCIEDAD ACTUAL

 

Ya han dicho los expertos que la sociedad española, con esos más de cinco millones de parados, no va a sufrir ni un colapso, ni una situación a la griega gracias a dos colchones: los 30 mil millones de euros que se destinan a las prestaciones por paro y los abuelos, quienes, con sus pensiones y sus ahorros de toda una vida, están paliando este cáncer social que son el paro y la pérdida de sus casas de muchas familias españolas.

 

Antiguamente, las sociedades inteligentes se regían por un consejo de ancianos cuya experiencia permitía afrontar problemas y situaciones difíciles desconocidas por la mayoría de las personas, pero vividas ya, de otra manera, por esos miembros del consejo.

 

Tras esa época, la sociedad de posguerra arrinconó a los mayores, los depositó en residencias y prescindió de su sabiduría. Las casas se construyeron más pequeñas y ya no había sitio en ellas para los mayores: eran un estorbo, hasta el punto de que no fueron raras hace pocos años noticias de personas mayores abandonadas en gasolineras, mientras la familia se iba de vacaciones. Alguien se encargaría de ellos en ese mes de descanso familiar en el que los abuelos también estaban de más.

 

Ahora, desde el 2006 aproximadamente, esta sociedad materialista, que ha destruido los valores tradicionales en los que se asentaba desde siglos, y que no supo sustituir éstos por otros valores. nuevos, se ha visto obligada por las circunstancias a recurrir a esos abuelos a los que se visitaba de vez en cuando, o se les llamaba por teléfono una vez a la semana, por aquello del qué dirán, es decir, por si alguien preguntaba por ellos poder contestar "precisamente les he llamado ...".

 

No ha sido, pues, a mi juicio, este reencuentro fruto de la reflexión y de entonar un "mea culpa", ha sido -más bien- fruto de la necesidad. Si trabajan ambos cónyuges, porque hay que recogerlos en el colegio; el comedor escolar se ha puesto económicamente imposible,'y han de comer en casa de los abuelos, dónde mejor, tanto por el cariño, como por la calidad de la dieta de cuchara y mediterránea, que solo ellos parecen recordar ya. Si ya no puedo vivir independiente, porque no me llega el sueldo, por el paro o, simplemente, porque me he quedado sin trabajo, sé que las puertas de la casa de mis padres están siempre abiertas y donde vivían dos, pueden vivir los que vengan.

 

Quienes hemos perdido a los padres sabemos que solo el tiempo los reivindica como seres que estaban ahí sin hacer ruido, siempre dispuestos a ayudar o arrimar el hombro si su salud o su economía se lo permitía. Y, como reza la canción de Serrat, "nada más amargo que lo que se perdió".

 

Asistimos, pues, en estos tiempos de crisis y de desencanto, de tristeza y de desesperanza, a la revalorización del papel de los abuelos en nuestra sociedad como auténticos vertebradores de un tejido que, gracias a ellos, no se ha descompuesto lo suficiente como para crear una bolsa de conflicto irreparable. Lástima que haya tenido que ser por aquello de "hacer de la necesidad virtud".

 

En cualquier caso, al menos, esta sociedad desnortada ha recuperado con los abuelos una pizca de cordura. Cuando acabe esta crisis, que acabará, esperemos que los abuelos tengan siempre una presencia sensible y activa. entre nosotros. La salud de la sociedad lo agradecerá.

 

Fernando Vilches



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